sábado, 21 de noviembre de 2015

algo personal

Hola a todos,
seguro que la mayoría de los que leáis estas líneas ya me conozcáis pero para los que no me voy a presentar. Me llamo Ana y tengo 39 años.
Hoy la entrada de este blog va a ser más personal y espero que os ayude un poco a reflexionar.

Siempre he sido una chica alegre, con carácter y hasta cierta edad con determinación y seguridad. Pero la vida te va poniendo ante ti obstáculos que ir superando con mayor o menor acierto.
Hasta los 12 años era lo que anteriormente he descrito. De hecho, en clase, si no recuerdo mal, y sino mis compañer@s de EGB que me rectifiquen, era bastante "follonera", me gustaba hablar (creo que de eso peco bastante todavía) y reír, hacer bromas, y siempre estaba donde había diversión.
Pero entré en la pubertad. Esa traicionera, revolucionaria, estresante y desorientadora pubertad. Y con ella, ciertas inseguridades. Empiezas a mirar a tu alrededor y las personas vamos cambiando inevitablemente. Las hormonas hacen su trabajo provocando esos cambios de humor que llevaban a malos entendidos por la impulsividad, a llantos incontrolados, tristezas y alegrías desbordantes.
Los adultos de alrededor, en esa etapa, son un pilar importantísimo para ayudar a orientarnos cuando ni nosotros sabemos donde tenemos la mano derecha.
Antes de cambiar de colegio, alguien referente con un puesto importante me dijo "no vas a ser nada en la vida". Si eso me lo hubieran dicho hace 1 año o menos, o incluso a los 30, le hubiera hablado tranquilamente de toda mi trayectoria profesional que, aunque no he ganado ningún premio de investigación, ni he escrito ningún libro sobre psicología o logopedia que sea un referente para mis colegas, creo que es suficientemente loable, sobretodo (que es lo más importante) para las personas que han confiado y siguen confiando en mi persona para que les eche una mano. Pero este adulto me lo dijo en una edad clave, con 13 años. Aun recuerdo el lugar exacto, la posición en la que estábamos respectivamente y la sensación que esas palabras me produjeron. Y sí, me las creí. Porque, una niña/adolescente de 13 años, a la que una persona adulta que se le supone más inteligencia y sabiduría le comenta algo así, se lo cree. Y esa creencia me hizo empezar a verme diferente. No cambié mi manera de ser. Obviamente, los que me conocen, saben de sobra que sigo siendo bromista, risueña, e intento dentro de lo posible ser alegre y hacer alegre a los de mi alrededor. Pero cambió mi seguridad. Poco a poco me fui sintiendo una persona más insegura. Cada vez que cometía un error, por muy pequeño que fuera, me sentía la persona más torpe, inculta e inútil del universo. A eso hay que añadirle los cambios físicos que traen la pubertad. Me sentía una enana, una enana regordeta, una enana regordeta y fea, una enana regordeta y fea a la que sus amigas superaban en todo, belleza, inteligencia, saber estar, ...
Para colmo de males me tuve que cambiar de colegio porque se acabó la EGB y tocaba el instituto. Mis padres, que siempre han mirado por mi bienestar y a los que me faltarán vidas para agradecerles todo el esfuerzo y la dedicación que siempre han hecho para darme lo mejor, incluso actualmente, me apuntaron a un colegio muy diferente al que yo iba. En primer lugar estaba situado en el centro de la ciudad (yo he vivido toda la vida en la periferia). En segundo lugar era un colegio donde se hablaba catalán y en tercer lugar solo conocía a una compañera que también se cambió a ese colegio conmigo pero no nos tocó en la misma clase.
Es decir, que con 13 años se me juntó un primer toque negativo a mi autoestima, un cambio radical de colegio, de compañeros, de todo lo que te da seguridad. La adaptación fue verdaderamente dura. Encontré personas realmente encantadoras que me ayudaron mucho pero por el camino también encontré a otras que contribuyeron enormemente a hundir un poco más mi autoestima ya dañada.
Yo padecí acoso escolar. Esos dos "personajes" por llamarlos de alguna forma, siempre se metían con los demás. Pero el acosarme se convirtió en su deporte favorito. Recuerdo que intentaban siempre sentarse detrás mío para pegarme, intentar quitarme la silla y que me cayera al suelo y poder reírse de mí. Un día, en clase de mecanografía (sí, ya sé, suena al pleistoceno) se les ocurrió la brillante idea de ponerme pegamento en el pelo. Cuando me dí cuenta se lo comenté al profesor y me dejó ir al lavabo para lavarme un poco, pero fue imposible y me tuve que cortar ese mechón, que era bastante grande. También se dedicaban a reírse de mis apellidos, de mis padres, en definitiva, de todo lo que concernía a mi persona. Os preguntareis que hice yo para evitarlo. Pues, al principio callaba. Pensaba que se cansarían. Craso error. Se recrearon cada vez más. Pero no quería tener follones y no se lo conté ni a mis padres ni a mi novio (si, también lo sé, era muy joven para tener novio, pero, el amor llama a tu puerta cuando menos te lo esperas y ¿os cuento un secreto? llevo con él desde entonces).
Cuando me cansé de ser el saco de boxeo de esos dos, se lo comenté a mi tutor. Él habló con ellos intentar mediar pero no sé si eso fue peor. Por la calle no se atrevían a meterse conmigo porque me acompañaba mi novio (he de decir que imponía bastante) pero en cuanto cruzábamos los muros del colegio... era como desencadenar un huracán que lo arrasaba todo. No ayudaba el estar sola en clase, ya que mi grupo de amigas estaban distribuidas en los otros 3 grupos. Fueron 2 años de auténtica pesadilla. Al cumplir los 16 te planteas si vas a seguir aguantando más o si lo mandas todo a la mierda (perdón por la expresión) Y no me refiero a suicidarme, no, sino a cambiar de colegio, a dejar de estudiar, a... miles de cosas pasan por tu cabeza. Pero antes de tirar la toalla, volví a hablar con mi tutor. Le plantee una cuestión. No iba a aguantar otro año más con esos dos acosadores. Si no hacían algo para que parara, me vería obligada a cambiar de colegio. Al final, lo hicieron. Pusieron cartas en el asunto y el resto de años de instituto los pude pasar bien, dentro de lo que supone estar en el instituto. Aun recuerdo las caras de esos dos chicos e incluso sus nombres y apellidos así que, el acoso es una cosa muy muy seria y deja tocado a la persona que lo padece.
Pero esos dos sucesos calaron muy hondo en mi. Y aunque siempre he luchado por quitarme de encima esa losa, ha sido muy pesada y me ha acompañado durante muchísimo tiempo. Yo, como soy una chica con mucho carácter no me dejé amedrentar por ello. Me empeñé en sacarme la carrera de psicología y efectivamente me la saqué. Aun recuerdo que me acompañó mi novio a mirar la última nota (sí, el mismo chico del instituto) y que me emocioné y me puse a decir "soy psicóloga" "soy psicóloga". Cuando la euforia pasó me vino otro pensamiento "¿y qué? si te viene ahora mismo un paciente no vas a saber ayudarlo". Otra vez esa voz negativa de "tu no vas a ser nada en la vida" aparecía en mi vida años después. Al acabar la carrera me casé y me puse a trabajar de todo un poco porque los recibos no se pagan solos. Una amiga de la carrera me llamó un día que buscaban a alguien con carrera para trabajar en una importante empresa y allí que me presenté. Y me cogieron. Estuve trabajando 9 meses y recuerdo que allí conocí a personas maravillosas, aprendí muchísimo y me sentí muy bien. Después encontré de psicóloga en una ETT y claro, quien va a negarse a trabajar de lo que has estudiado, así que me cambié. Pero, no era realmente lo que yo buscaba y puedo decir que de esa etapa solo he sacado algo bueno, mi mejor amiga. Pero la vida sigue, me quedé embarazada, tuve a mi hija y cuando estuve saturada de ser solo la vaca lechera, ojerosa, hormonalmente inestable me planteé hacer otro cambio en mi vida. Y me embarqué en estudiar otra carrera. ¡Como me pude complicar la vida de esa manera! Pues no lo sé pero lo hice. Con mi hija de 1 año, un trabajo, mi casa, súmale estudiar una carrera. Y lo logré. Me la saqué. Y encontré un centro donde valoraron el tener dos carreras. Empecé a trabajar casi sin experiencia pero con las ganas del principiante de hacerlo lo mejor posible. De esa etapa me quedan gratos recuerdos y el crecimiento personal y profesional que obtuve. Pero ese centro tuvo que cerrar y ahí volvió a aparecer ese fantasma que sobrevolaba mi cabeza "tu no serás nada en la vida" me decía. Gracias a unos padres que me plantearon ir a su casa a tratar a su hijo, me embarqué en la nueva etapa de domicilios. Y he de decir que llevo la friolera de 10 años haciendo este trabajo y no me arrepiento ni un solo día. Me encanta mi trabajo. Me encanta ver como evolucionan mis pacientes. Es como estar enseñando a caminar a un bebé, soltarle la mano y ver que pueden hacerlo solos. Estos 10 años me han ayudado a quitarme la losa de encima, a coger aire en mis pulmones y soplar bien fuerte para que esos fantasmas salieran volando. A creer que SI SOY ALGO EN LA VIDA. Estos 10 años de trabajo y tener a mi alrededor personas que cada día creen en mí y me animan a seguir adelante.(entre ellos mi marido, mis padres, mi hija y mis amigos). Me ayudan con mis nuevos proyectos. Me hacen ser realista con las dificultades que me voy a encontrar en el camino y que me dan aliento para que luche cuando esos fantasmas intentan entrar de nuevo en mi vida.
Os preguntaréis el porque de esta entrada del blog.
Pues hay varias razones clave:
- Tanto niños como adultos somos responsables de las cosas que hacemos y decimos. Debemos tener cuidado con lo que hacemos pues podemos hacer daño a la persona que tenemos delante. Daño que no se elimina fácilmente y que puede condicionar su vida. Hasta el punto que algunos crean que no vale la pena vivirla.
- Para ayudar a otras personas que han sufrido acoso. Con mi historia intento hacerles ver que hay luz después del túnel. Que deben reivindicar su sitio y no dejarse acosar. Que su silencio es la mejor arma para el acosador. Grita, que todos te oigan, Nadie es mejor que nadie y tú no eres peor que los demás.
- También demostrar que los problemas se pueden solucionar. Puedes sentirte mal de miles de formas diferentes. Sentirte triste, sentirte deprimido, sentir que tu vida es un caos, que te cuesta concentrarte, que eres impulsivo, que no entiendes a los demás porqué actúan de determinadas maneras, que te dan miedo muchas cosas,... Todo esto se puede solucionar. Solo necesitas un guía que te ayude. Una mano que te enseñe por donde andar y te deje ir en el momento adecuado para que tú vayas solo pero seguro.
- Y por último para decirles a esas personas que lo están pasando mal que esos periodos que pasamos tan malos, donde no vemos soluciones a las cosas, donde parece que todo está en vuestra contra, os ayudará a ser más fuertes, más inteligentes, y a tener más recursos para hacer frente a posteriores problemas. Toda vivencia es una experiencia que se suma a tu vida. Todo contribuye a ser la persona que eres ahora. Yo no sería así de no haber pasado por todo lo que os he explicado. Y, aunque hubo momentos verdaderamente duros, todo ha contribuido a forjar mi personalidad, mi manera de pensar y de actuar.

Ah! y no quiero terminar sin decir algo importante para mí. HAY QUE SER OPTIMISTA. YO DESDE QUE MIRO LA PARTE POSITIVA DE LAS COSAS SOY MÁS FELIZ. INTENTADLO, NO CUESTA MUCHO Y LOS BENEFICIOS TANTO FÍSICOS COMO PSICOLÓGICOS SON INMENSOS.

Espero con esta entrada haber ayudado aunque sea a una persona. Con eso ya me doy totalmente satisfecha.
Nos vemos en el blog de una lunática en apuros.